No me iré sin decirte adónde voy
Es bastante agradable, una vez que hemos traspasado la barrera del pudor, disponer de un oído atento. Con frecuencia no tenemos ocasión en la vida de ser escuchados verdaderamente. Sentir que el otro busca comprendernos, descubrir los meandros de nuestro pensamiento y las profundidades de nuestra alma. La trasparencia del yo me resultaba liberadora, e incluso, en cierta forma, excitante.

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