No digas nada.
+Ya no te quiero.
-Mentirosa...
Ella notó esos ojos de miel clavándose en su nuca, pero no quiso girarse, pues sabía que en el momento en que sus miradas se cruzasen, ella quedaría indefensa ante sus sentimientos.
Él se acercaba a ella, tocó sus brazos con la punta de sus dedos, enredó una mano en su melena, y con la otra ladeaba cuidadosamente su pelo, asaltó su cuello sin permiso y dejando un camino de besos, llegó hasta la oreja, donde volvió a susurrar: -Mentirosa...
Ella se estremeció, cerró los ojos, apretó las manos y se mordió los labios. No solo lo quería, sino que hoy lo amaba más que nunca.
Él la miraba con deseo, y despacito se colocó frente a ella.
Sus miradas se cruzaron y el corazón de ella se derretía a cada segundo...
Ahora había silencio, se miraban y hablaban sin palabras, y su único testigo era la cálida brisa de una tarde de verano.
Él sintió un impulso. Alargó el brazo y agarró la hebilla del cinturón de ella y tirando con firmeza hacia él, los dos acabaron en un apasionado beso de dulces segundos.
-Dime ahora que no me quieres.
+Mañana dejaré de quererte... pero hoy... ¡Cállate y bésame!


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